Entre la gran cantidad de playas idílicas de las Islas Vírgenes Británicas, Turtle Beach sigue siendo una joya escondida. Si reflexionas sobre el motivo, la respuesta está en la historia de la isla Necker, donde se encuentra. Una vez desierta, la isla fue comprada por Richard Branson a finales de los años setenta, con la condición de que estableciera allí un centro turístico en unos años. El entonces joven millonario, deseoso de impresionar a su futura esposa, cumplió su promesa. Hoy en día, el encanto prístino de Turtle Beach se combina a la perfección con una infraestructura sofisticada y un servicio ejemplar, lo que la convierte en un escape encantador para quienes buscan unas vacaciones de lujo en la playa.